lunes, 20 de junio de 2016

Sierra Cabrera y lugar de Teresa, Turre

El pasado Domingo, bien acompañado de mi amigo Doroteo, partimos desde Carboneras para recorrer la Sierra Cabrera y visitar algunos enclaves especialmente hermosos. Sierra Cabrera cuenta con numerosas cortijadas como La Carrasca, Los Moralicos, Aljuezar, Jacís, Alcandía, La Adelfa, Teresa, Cova Negra, Mofar, El Dondo, Cufría o Cortetes, la mayoría abandonadas o apenas con algún cortijo habitado.
Se puede ver claramente por los restos de balates, acequias y las construcciones que no hace muchos años estuvo aquello poblado. Llegamos a una fuente que resultó ser de un agua freca y clara, todo un placer para aliviar el calor veraniego. En las cercanías algunos cortijos daban fe de la hermosa arquitectura popular, como en esta imagen en que podemos distinguir el horno. ¿Será posible que aquellas gentes sin estudios realizaran cosas tan bellas y bien construidas?



Todavía quedan algunas encinas y algarrobos muy hermosos que también parecen haber sido cuidados con mimo. Se dice que hubo un tiempo en que toda la sierra estuvo cubierta de encinas y algarrobos, quedando incluso algunos pies centenarios de antiguos alcornocales que son un testimonio del antiguo esplendor de la zona. Fue sobre todo la presión ejercida por la minería de los siglos XIX y XX, junto a la destrucción de la vida rural llevada a cabo por los sucesivos gobiernos y su obsesión productivista, la que acabó conviertiendo gran parte de nuestros montes en eriales apenas útiles para la ganadería a pequeña escala.
 Muy cerca de allí, en 1494, dos años después de la conquista del Reino de Granada, el viajero austriaco Jerónimo Münzer cruzaba la frontera que durante 300 años había delimitado dos sociedades bien distintas. Cristianos y musulmanes estaban separados por una amplia franja, prácticamente deshabitada, que se extendía entre Lorca (Murcia) y Vera (Almería). En el relato de su travesía, que incluye no pocas referencias a la abundante caza mayor, podemos leer: “Después de una jornada de nueve leguas por una comarca de exuberante vegetación, pero sin agua y despoblada, llegamos a Vera”. Cuando los hermanos Juan y Jesús García Latorre, historiador e ingeniero forestal respectivamente, se toparon con este texto anotaron, para su correcta interpretación cinco siglos después, el siguiente comentario: “Nadie hoy, y menos un centroeuropeo, usaría la palabra exuberante para describir el raquítico matorral de la zona, una de las más áridas del sureste ibérico”. Por su interés, recomiendo leer el artículo del periodista Jose María Montero.

Alcornocal en Sierra Cabrera

Atravesando la Sierra llegamos a una rambla que conducía al lugar denominado "Teresa", que actualmente alberga los restos de una antigua Iglesia-Mezquita que me dejó impresionado. La rambla y algún nacimiento de agua cercano nos dan a entender que allí hubo un día una comunidad humana bien asentada. No sólo la Iglesia sino también restos de un molino, de un castillo y casas con sus calles.
La iglesia una de las mas antiguas de Andalucía que posiblemente se construyó sobre las ruinas de una mezquita. La iglesia se comenzó a construir en 1505 con los fondos donados por Isabel la Católica. En este año de 1505 sucedió un hecho que roza la leyenda, hartos de ser maltratados tanto físicamente como a través de los impuestos, algunos de los habitantes de este pueblo morisco iniciaron un éxodo que les llevo a las tierras del norte de África, los que decidieron quedarse fueron trasladados al por entonces cercano pueblo de Cabrera y Teresa fue repoblada por cristianos.
El 1509 piratas berberiscos, guiados por los propios habitantes de Teresa que cuatro años antes la habían abandonado asolaron Teresa , llevándose a sus habitantes como esclavos. Después con la Guerra de los Alpujarras volvieron a sufrir los rigores de la guerra y algunos decidieron irse. Posteriormente Teresa fue repoblada pero en 1573 fueron de nuevo asolados junto con Cuevas de, Almanzora por la piratería y llevados como esclavos. En el siguiente video, Juan Grima nos explica el lugar.



Finalmente fuimos a descansar a un paraje cercano al Rio Aguas que dibujaba una extraordinaria hoz y en cuyos acantilados anidaban multitud de aves. Bajo unos hermosos eucaliptos disfrutamos de una estupenda comida campestre y una merecida siesta bendecida por una brisa muy agradable. Justo al lado, un antiguo molino restaurado era testimonio de la gran cantidad de agua que pasaba hace un tiempo por el lugar.


 

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